Nos encontramos en la próxima historia
xoxo
Gossip boy.
"Si el lenguaje es otra piel, toquémonos más" (Gustavo Cerati)
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Ahora, deberé hacerme el tiempo para ver las que más pueda antes de los Emmy, y tener voz y voto cuando los presentadores digan "And the Emmy goes to…", y no quedarme, como siempre, mirando con cara de circunstancia a los ganadores. Ah, y me faltó una: "30 Rock", la serie cómica con Tina Fey y Alec Baldwin. Luego les contaré qué tal son todas, y si coincidí con los miembros de la Academia.
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Y es que es mucho Carla Bruni. Como personaje me agotó en el momento que decide casarse con Nicolás y convertirse en primera dama. Esta mujer sí que sabe como escalar en el poder. También dejé de tomarle atención musicalmente a partir de ese momento, porque pecando de iconoclasta, me cargó que por su cargo público se volviera popular y sus canciones las escuchara en cualquier radioemisora chilena de corte más femenino y sus discos se convirtieran en los primeros en la lista de Feria del Disco. Lo mismo va a pasar en unas semanas más cuando llegue a Chile el iPhone G3 y cualquiera lo tenga como fetiche. Me molesta cuando ese tipo de cosas se vulgarizan.
Amé “Quelqu’un m’a dit”, su disco debut. “No Promises”, su salto marketero hacia el mercado anglo con letras en inglés sacadas de poemas de Keats y Auden, me pareció una soberana lata. Con “Comme si de rien n’était” vuelve al francés, la cosa mejora, pero ya la perdimos. Se enamoró del candidato a la presidencia por el cual no votó, y de paso evidenció al mundo que tiene una ambición sin parangón. Sigue siendo la bella Carla, la misma con voz aterciopelada y cadenciosa, y con esas canciones sincopadas ideales para escuchar en invierno con una buena taza de café caliente, ojalá estando acompañado. Pero su exhibición me repele, y la exhibición que le da el periodismo me da arcadas.
 Porque esta es una nueva oportunidad para criticar sobre las pautas de los medios periodísticos. Y ahora más, cuando el tema trasciende nuestras fronteras. Que dos medios españoles el mismo fin de semana tengan a la cantante, preguntándole las mismas cosas, dando la misma descripción de su casa en París, y ella respondiendo a cada pregunta con una ridícula profundidad casi rayando la siutiquería (En “El País" le preguntan ¿Cómo es su proceso de creación? Y responde... “Cuando escribo una canción, lo hago desde la confusión que rige un momento de mi existencia; navego en ese desconcierto hasta que necesito precisar algo y entonces escribo la canción. Cada canción pone palabras a una confusión; después me siento aliviada”). Yaaaa??? O en “La Vanguardia” cuando le preguntan “Se define como cambiante y contradictoria”, ella responde “Es una válvula de escape, formas de evadirte de esa muerte que nos iguala”.
Está bien que todo este auge mediático responda al lanzamiento de su tercer disco solista y el primero como primera dama de Francia y que por eso los micrófonos estén más dispuestos a escucharla, pero este nivel de pobreza de agenda no pasa desapercibido ante los lectores, porque para más son temas de portada. Si luego recibimos quejas por la predecible y repetida oferta que entregamos a la calle, no tenemos pito qué tocar.
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Carrie y las chicas están de vuelta. Para mi felicidad, Mr. John Preston, alias Big también. Una buena amiga me confidenciaba que había tres cosas que esperaba con ansias durante este año: la llegada del iPhone, el concierto de Madonna y el estreno de Sex and the City. Mucho se podrá hablar de esta serie creada el año 98 por la cadena de televisión HBO: que es un reguero de clichés, prototipos, caricaturas y situaciones inverosímiles; también que es un manifiesto feminista con un centímetro de profundidad. Pero ya, que va, es una serie. Un mero producto de entretención que sí, estamos claros, construye un modelo de ser mujer y de la nueva femeneidad, pero también estamos de acuerdo que en varios aspectos agradecemos que lo haya logrado (no sé porqué pero las chilenas post S.A.T.C. harto mejor que se visten, no creen?). Pero qué hago yo escribiendo este panegírico en torno a las conocidas chicas que en la ficción pululan en la Gran Manzana (y ahora en la gran pantalla): primero, ya sabrán de mi sensibilidad especial con el mundo femenino y con mi gusto por el buen vivir, el estilo, las series de televisión, la cultura pop, etcétera. Segundo: tuve, OBLIGADAMENTE que asistir a la función privada para la prensa que la distribuidora Warner organizó el viernes pasado en el Cinemark Alto Las Condes. 13 días antes de su estreno comercial. Y hubo varias que me envidiaron por eso. Para ustedes, queridas amigas, va este sentido post.


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El diabólico, hilarante e inevitable beat inicial de “4 minutes” hacía presagiar todo. Su majestad (Her madgesty, como le dicen en gringolandia en un juego de palabras con su nickname “Madge”) está de regreso. A un par de meses de cumplir los 50 años, esta mujer que se ha paseado por todos los estilos musicales y de imagen que ha logrado imponer (y porqué no, que le han impuesto), vuelve con un disco tan fresco, pero que a la vez parece haber sido escuchado tantas veces. Y vuelve a impactar y porqué no decirlo, a recuperarnos la fe. Y aunque el personaje mismo dejó de ser solo un mero referente para la industria discográfica (aparte de incursionar en el cine, está en cuánta campaña “solidaria-mundial” exista y es rostro principal de todas ellas) lo que acá nos convoca es su nuevo experimento musical, que fue lanzado hoy, 29 de abril, a nivel mundial. Hay un claro antes y después en su carrera como cantante: El disco “Ray of Light” (1998) con su reconvención al Kabbalah y su maternidad, la hizo virar hacia una electrónica etérea y compleja para el gran público. Personalmente, es el mejor disco de su carrera. William Orbit fue el productor. Luego vino “Music” y la paleta de colores se amplió. Mucho trip hop y beats electrónicos más sofisticados de la mano del productor Mirwais. Entregó un sonido más amable para los oídos del mundo (digo esto, pero no olvidar que Madonna siempre será Madonna, así como el pop siempre será pop. Se entiende?) y un par de hits inolvidables: "Music" y "Don’t tell me". Lo primero que escuchamos del incomprendido “American Life” fue “Die Another Day”, el tema compuesto para la película homónima del agente secreto James Bond. Luego vino un grito antibélico con la polémica de rigor por el video del single "American life" (un desfile de modas que terminaba con tanques y bombas). Y es que Maddie tenía que ponerse a tono con el discurso oficial que repudiaba el ataque a Irak por el señor presidente de los EE.UU. “American Life” fue un fracaso de crítica y en ventas. La faceta aguerrida de la chica material no gustó a todos. Poco duraría el desencanto, porque Madonna se saca las ropas color verde militar y las cambia por lycras y corsés, peinados a lo Farrah Fawcett y la onda disco tiene su revival. Porque la consigna acá parece ser que la fiesta es eterna. “Confessions on a Dancefloor” fue vendido como un disco hecho para la pista de baile. Y lo era, pero para una pista de baile de discotheque gay, con ese trance electrónico inacabable y que solo a ratos resultaba pegajoso. Es un buen disco, que la devuelve a su faceta más pop. A la Madonna de siempre, la reina de la fiesta. Pero vendría más y mejor.
 
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HARD CANDY. NEW ALBUM. 28/04/08.
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